Recorriendo el Somontano, conocemos la Posada de la Lola, en Buera, famosa en la comarca por su cocina y su pequeño hotel con encanto en el que cada habitación tiene su diseño, su decorado e incluso un nombre propio. El restaurante tiene capacidad para 37 comensales, nos comentan sus dueños, algo inaudito si observamos su mínima cocina. Por otro lado tampoco te presentan una carta para elegir, comes lo que ellos preparan ese día, que si coincide que es algo que no te gusta, estás fastidiado, que se lo pregunten a Cristóbal con su alergia a la cebolla. Esta es una forma de restauración muy agradecida para el cocinero, pero poco seria para los comensales.
La hoja de ruta nos lleva hacia la Casa Samper, en Salas Altas, en pleno centro del Somontano, donde se asientan una buena parte de las bodegas, en la que el paisaje lo forman un sin fin de cuidados viñedos. Este es un precioso restaurante que parte de la restauración de una bodega, en la que han incluido toques de diseño modernista, consensuado con la piedra antigua y aprovechando los espacios, dando una sensación equilibrio entre comodidad y tradición. Comienzan aconsejándonos un vino tinto, Fuerza 27 de la bodega Sers, todo un descubrimiento, pasando a degustar un menú del que destacaría la careta de cerdo y sales de colores, y sobre todo el postre, bombones de chocolate sobre sopa de arroz con leche, para repetir.
Al día siguiente comemos en el Hostal Restaurante Pirineos de Barbastro, donde después de una original crema de lentejas con trufa, dimos cuenta del ternasco que estábamos esperando, que por influencia de tierras de mas allá de los mares del sur, vino acompañado de un cuscús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario