Aprovechando una reunión familiar a la que nos invito Jorge, uno de mis primos, recupero estos chorizos, acompañados de castañas y aún estoy relamiéndome.
El origen de los chorizos de cebolla es humilde, pues consistía en el mismo sistema de cualquier otro embutido, pero llenando la tripa gorda del cerdo con mucho tocino y las carnes que no se vendían como eran el cuero, el corazón, el pulmón y otras partes blandas, todo aderezado con mucha cebolla y la pulpa de la calabaza. Se curaban igual que todos los chorizos, ahumándolos un poco y con mucho aire.
Ahora no se hacen exactamente así, la cebolla perdura, no llevan calabaza y la carne es como la de todos, el resultado es el mismo e incluso mejor.
La forma de prepararlos es simple, cocidos y acompañados de castañas, o de un caldo de repollo, o unas patatas cocidas, incluso sumados a un lacón con grelos.
Tened en cuenta que es un plato bastante fuerte por la cantidad de grasa que aporta.
“El tiempo lo cura todo menos el paladar “