
Así de entrada la impresión que da, es que para tomar un vino mañanero o una caña es perfecto, pero en un tris, empieza a llenarse de gente que viene a comer.
Apenas tienen seis o siete mesas, pero es igual, la barra también se aprovecha para poner un mantel y un plato.
Está regentado por Suso y su esposa Ivita, dueña de la cocina, echándole una mano su simpático hijo Carlos, con una especial mano par el cafe, que te recibe con una sonrisa, a pesar de ser lunes.
Es un local muy familiar, todos los clientes se conocen y peregrinan puntualmente a degustar sus especialidades caseras.
Como no podía ser menos aquí me quedé a comer. Tienen un buen número de tapas, que mucha gente pide dobles, y raciones; atacando en esta ocasión primero a una tortilla de patatas y luego a un rollo de carne que Carlos me dice, “yo lo comí y está bueno”.


Pues realmente exquisito que, sumado a su ajustado precio, convierten al Manila en un sitio de obligada visita si estas en La Coruña.
Ni grandes cartas ni grandes locales, con un buen trato y una deliciosa comida, no hay prisa en la sobremesa.